¿Qué es el virus de Marburgo y qué provoca?
Es una enfermedad casi tan mortal como el ébola y, como esta, también está causada por un virus parecido. La fiebre de Marburgo, o enfermedad por virus de Marburgo (EVM), tal y como la reconoce actualmente la OMS, es una patología muy grave cuya tasa de mortalidad mediana es del 50% de los casos. Por esa razón han saltado todas las alarmas al confirmarse un caso de infección en Guinea-Conakri.
La fiebre de Marburgo está causada por un virus de la familia filoviridae, la misma a la que pertenece el ébola. De la misma manera, sus síntomas son parecidos: provoca hemorragias repentinas y puede producir la muerte en pocos días, con un período de incubación de 2 a 21 días y una tasa de mortalidad de entre el 24 % y el 88 %, en función de la cepa del virus y del tratamiento que se aplique
La enfermedad fue detectada en 1967 en la ciudad alemana de Marburgo -de ahí su nombre- por técnicos de laboratorio que resultaron infectados cuando investigaban a monos traídos de Uganda. Solo en África ha sido responsable de la muerte de más de 3.500 personas.
Actualmente no hay vacuna ni tratamiento específico para esta infección y únicamente la administración rápida de tratamiento sintomático y rehidratación mejoran la supervivencia, según explican desde la OMS. La buena noticia es que en estos momentos existen tratamientos hematológicos, inmunológicos y farmacológicos en fase de desarrollo.
Cómo se contagia
Los murciélagos de la fruta (Rousettus aegyptiacus) son los huéspedes naturales de este virus, que cuando es transmitido a los humanos puede ser contagiado mediante contacto directo con fluidos como la sangre, saliva, vómitos u orina.
Se han descrito casos de transmisión al personal sanitario que atiende a los pacientes EVM a través del contacto estrecho sin precauciones adecuadas de control de la infección. La transmisión por equipo de inyección contaminado o por pinchazos con agujas se asocia a una mayor gravedad de la enfermedad, deterioro rápido y, posiblemente, mayor tasa de letalidad.
Las ceremonias funerarias en que los dolientes tienen contacto directo con el cuerpo del difunto también pueden desempeñar un papel importante en la transmisión del virus de Marburgo. La infectividad persiste mientras haya virus en la sangre.
El virus también se puede transmitir a través de las relaciones sexuales hasta 7 semanas después de la recuperación clínica, por lo que en estos casos es indispensable el uso de preservativo, entre otras medidas de prevención.
Los virus de Marburgo y del Ebola son miembros de la familia Filoviridae (filovirus). Aunque son causadas por virus diferentes, las dos enfermedades son similares desde el punto de vista clínico. Ambas son raras, pero pueden ocasionar brotes dramáticos con elevadas tasas de letalidad.
Para contener las infecciones resulta clave la participación de toda la comunidad, por lo que hay que llevar a cabo diferentes intervenciones simultaneas: la atención a los casos, las prácticas de control y prevención de la infección, la vigilancia y el rastreo de los casos, los entierros en condiciones de seguridad o la movilización social.
Síntomas de la enfermedad
El periodo de incubación oscila entre 2 y 21 días. La enfermedad empieza bruscamente, con fiebre elevada, cefalea intensa y gran malestar, con dolores musculares frecuentes. Al tercer día puede aparecer diarrea acuosa intensa, dolor y cólicos abdominales, náuseas y vómitos. En esta fase, los pacientes presentan un aspecto fantasmagórico, con los ojos hundidos hundimiento, el rostro inexpresivo y aletargamiento extremo.
Muchos pacientes tienen manifestaciones hemorrágicas graves a los 5 a 7 días, y los casos mortales suelen presentar alguna forma de hemorragia, a menudo en múltiples órganos.
Durante la fase grave de la enfermedad los pacientes tienen fiebre elevada persistente y también afecta al sistema nervioso central provocando confusión, irritabilidad y agresividad. Ocasionalmente se han descrito casos de orquitis (inflamación de uno o ambos testículos) en la fase tardía de la enfermedad (15 días).
En los casos mortales el óbito suele producirse a los 8 a 9 días del inicio de los síntomas, generalmente precedido de grandes pérdidas de sangre y choque.